LA ROCHELLE

Un paseo: Ciudad menuda y fresquita, La Rochelle tiene mucho que pasear entre las calles del interior y la zona del puerto. Huyendo de los calores, el viajero se introdujo por las calles porticadas del centro y descubrió una calma impagable, pero luego se fue hacia el mar donde todo era agitación y brisa marina. Nada más y nada menos.
Una visita: Si se dispone de tiempo, no sería mala idea cruzar el puente que lleva a la Isla de Ré, un enclave de reposo vacacional pero con buena oferta para el viajero indolente. Basta con subirse al autobús 3A en la estación y dejarse llevar.
Un restaurante: Tan cerca del mar, quién no va a darse el gustazo de un plato de pescado. Pues en Le Bistrot des Pêcheurs, con terraza al puerto, se puede probar un carpaccio de emperador a buen precio.

Un recuerdo: Que me perdonen los alérgicos al polen, pero qué bien huele esta ciudad a flores de tilo en pleno verano. Un recuerdo imborrable.

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