OSLO

Un paseo: Esta ciudad se visita a pie, lo que la convierte en un agradable destino, y las cuestas que la rodean se alcanzan con el tranvía. El viajero se siente cómodo en ciudades cosmopolitas y amables como Oslo, y envidia a veces la calidad ciudadana de sus habitantes. Por dentro y por fuera, la antigua Kristiania reúne cuanto se necesita para vivir cómodamente (tal vez el invierno sea algo duro). Si nos damos una vuelta en barco por su fiordo, comprenderemos lo que significa "estado de bienestar".
Un restaurante: Que nadie se resista a probar el arenque, que es un plato inigualable lleno -creo- de omega 3. En muchos restaurantes lo ofrecen, pero el viajero recuerda el vistoso Ekebergrestaurante, con sus vistas sobre la capital, o el incomparable Engebret Café, con su primorosa terraza.
Una visita: Si por algo vale la pena volar más de tres horas y hacer otra en la fila y soportar los empujones de los grupos de turistas y sus incómodos selfies, es por ver el museo de Edvard Munch, en el que se nos escapará un grito de placer al recorrer sus salas, especialmente una, claro está.
Un recuerdo: Al dejar la ciudad y su cálida forma de vida, el viajero sentirá que, digan lo que digan, los nórdicos no son tan distintos de los demás...

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