AVILÉS

Un paseo: Cuando el viajero llegó a Avilés en un día soleado de marzo, que los hay, notó que la ciudad lo invitaba a caminar tanto por el sorprendente casco histórico como por sus jardines ingleses o, cómo no, junto a la ría, y todo le pareció delicioso.
Un restaurante: Lo de comer bien en Asturias es una norma que se aplica especialmente en esta ciudad en la que no se puede eludir la cocina marinera, y cómo no, para eso Casa Lin es una referencia. Que nadie se marche sin probar el colosal pixín o las sublimes zamburiñas.
Una visita: La ciudad se ensanchó gracias al Centro Niemeyer, que ofrece visitas guiadas por el interior, aunque por fuera también vale la pena dejarse caer, eso sí, con gafas de sol.
Un recuerdo: Las ciudades industriales como Avilés tienen esa magia que convierte los humos en nubes y las nubes en recuerdos esponjosos.

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