ESSAOUIRA

Un paseo: La distribución de la antigua Mogador es una suerte para todos, pues a un lado se acumulan los amantes de los deportes de viento y mar, y al otro vamos los viajeros inquietos. Y de algún modo, huyendo de los indiferentes surferos, uno puede hacer un paseo formidable hasta la Medina, una joya mitad portuguesa y mitad berberisca con callejuelas y un puerto sublime.
Un restaurante: Como vieja ciudad costera que es, Essaouira tiene de todo para todos, pero nadie debería marcharse sin saborear platos del mar en cualquier restaurante algo pinturero, como por ejemplo el que eligió el viajero, Le chalet de la plage chez Jeannot, frente al océano...
Una visita: Qué difícil es quedarse con una sola cosa entre tantas maravillas. Tal vez las cooperativas de mujeres que fabrican el famoso aceite de argán. Por ser estepario, el viajero se decantó por el puerto pesquero, ruidoso aunque ordenado si la flota ha regresado con las redes llenas...
Un recuerdo: Pronto descubrió el viajero por qué había tantos gatos en la ciudad vieja, y comprendió que era por la misma razón que lo había llevado a él hasta allá...

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